viernes, 16 de abril de 2010

El negocio de la credibilidad

Salgo a desayunar y, a veces, me encuentro a un vecino con un periódico en la sobaquera. La verdad, son escasas las ocasiones. Según la cabecera del mismo acertaré, sin preguntar, la inclinación ideológica del que vive en el séptimo. La constatación a este hecho la pueden certificar ustedes mismos. Nos parece habitual, pero creo que es la noticia más triste para el periodismo.

Efectivamente, la credibilidad ha dejado de ser negocio. Los medios han azotado a sus lectores con una parcialidad marcada por el dinero de quien gobierne. En el año 2005, un medio malagueño dispuso de la considerable suma de 900.000 euros de una consejería de la Junta, que entendía que esa inversión (?) era clave para el desarrollo de su cometido. Ese es el precio de la particular ‘credibilidad’ que se vende hoy.

Con el papel amarilleándose en los soportes de los kioscos, es Internet el medio que gana espacio con fuerza, si bien serán precisos unos años para que los clientes vayan eligiendo. Por tanto, son precisos la paciencia y el rigor para que cada uno se sitúe en el mercado.

Si a la hora de la verdad la precipitación también llega a la Red y se prefiere el dinero contante y sonante antes que la calidad y la seriedad para hacer información, volverá a ocurrir lo mismo.

La crisis de los medios tiene como excusa de grandes directivos, que en su vida han redactado una gacetilla, el avance tecnológico. Les vale para seguir en las poltronas. Y es que nadie en los medios se ha hecho una pregunta para que le oigan todos los que le rodean: ¿Es que nos creemos que los lectores son gilipollas?

No. En absoluto. Cada uno se ha ido al sol que más calienta. Las grandes empresas, hacia el órgano de poder que maneje más billetes, y los periodistas, al amparo de la bufanda que más resguarde del frío de la crisis. Medios partidistas, y periodistas con carné que, además, lo dicen a boca llena.

Vista la situación, resulta que credibilidad en España se limita a la separación de la Esteban, el noviazgo de la duquesa de Alba o la nueva pareja de Francisco Rivera. Ahí se alcanzan los máximos índices de audiencia. ¿Es pobreza del pueblo o hastío de lo ‘legalmente establecido’ como creíble?

La credibilidad no es negocio de ‘pelotazo’, sino de honradez y ejercicio cotidiano. Y el dinero no es para íntegros.

jueves, 8 de abril de 2010

'DiGestión' deportiva

El respeto es una palabra clave para deambular por nuestra existencia. Sin embargo, muchas veces se olvida esa máxima. Es, sin lugar a dudas, un problema de formación. La relación gestores deportivos-periodistas se suele cimentar en bases tan poco sólidas como la filtración de informaciones o las cervezas que se hayan tomado en una barra entre ambas partes.

Convendrán conmigo en que la estima que le tiene un gestor deportivo a un periodista es recíproca y directamente proporcional que a la inversa. O sea, no se pueden ver pero tienen que soportarse. Habitualmente, los informadores evaluamos la categoría del dirigente con una vara de medir sin intangibles: cuantas más cosas me sople, mejor. Es lógico, también, que el gestor se incline por el informador que trabaje en el medio más importante. No es lo mismo que te llamen de ‘El País’ a que lo hagan de la televisión local del pueblo de al lado.

Cuando coinciden un buen gestor deportivo y un periodista serio se suele producir una comunión que es la que podríamos denominar ‘DiGestión’. Ambos hacen su trabajo, se respetan y entienden dónde están los límites. Es la relación ideal: beneficiosa para el club, buena para el medio y extraordinaria para estrechar las relaciones profesionales entre ambas partes.

Hace ya varios lustros, por esas diferencias que siempre surgen, el máximo responsable del Caja de Ronda de baloncesto, Francisco Moreno (q.e.p.d.), decidió retirarme el saludo por no sé qué comentarios que hice en mi medio. En aquella época contaba con un colaborador de lujo que llevaba sólo unos meses en el cargo. Era su hombre de absoluta confianza y, al mismo tiempo, se convirtió durante la riña en mi nueva fuente de información.

Profeso gran admiración por la labor de aquel gerente, del que prefiero omitir el nombre, porque me demostró lo que era la profesionalidad: ayudándome en mi tarea beneficiaba al club porque yo representaba a un medio importante… y eso era realmente lo valioso. Además, depositó una enorme confianza en mí, ya que se fió de mi absoluta discreción.

Con el tiempo, mi relación con Francisco Moreno se reanudó, el club salió ganando y el gerente cumplió perfectamente su labor en pro de la entidad que le pagaba, ya que en ningún momento lo hizo con ánimo alguno de traicionar al jefe; ni mucho menos. Primaron, como se suele decir, los ‘intereses generales’.

Fue una ‘DiGestión’ perfecta. Sin necesidad de Almax.

• Artículo publicado en la web de la Asociación de Gestores del Deporte Profesional