lunes, 31 de mayo de 2010

Testamento premonitorio

Hijo único y heredero, Evaristo tomó la decisión de alojar a sus padres en una residencia. “Jamás nos saques de casa, por favor”, le habían rogado antes de que el Alzhéimer los convirtiera en ‘ausentes’. “Allí estarán mejor”, se convenció. Nada más llegar al centro, de diseño moderno y con vistas bucólicas, observó una señal: quienes no sentían ni entendían desde hacía más de un lustro tenían sus pupilas bañadas de lágrimas. Enseguida, un miembro de la asistencia del nuevo hogar de los ancianos les acompañó a su habitación. “Vendré a veros frecuentemente”, les dijo, como si entonces sí que tuvieran que enterarse. Dos días después del ingreso, un escrito vía notarial obligaba a la personación de Evaristo en un despacho de la capital: “El testamento de sus padres especifica que, una vez que ellos han ingresado en una residencia, todos sus bienes pasan a Madre Coraje”.

sábado, 1 de mayo de 2010

El nazareno

Ya lo escribió Machado y lo cantó Serrat: “…Aquel trueno, vestido de nazareno”. Ahí va el señor juez, el primero de la fila izquierda, con su cirio rojo. Destrozó todos los argumentos del abogado del turno de oficio y dijo que la fotocopia del boleto premiado no era válida para repartir el millón de euros. Que le correspondía al que tenía el resguardo original: un negocio. Y, claro, ahora, en el recurso, quién va a demostrar que el beneficiado es justo el penitente que va delante de él, su pareja en horas de asueto, el inseparable seguidor de su señoría. ¿Y qué puedo hacer yo, secretario del juzgado y jefe de la procesión? ¡Por favor, niños! ¡Más incienso, más incienso! Que el olor me está resquebrajando las entrañas…