sábado, 1 de mayo de 2010

El nazareno

Ya lo escribió Machado y lo cantó Serrat: “…Aquel trueno, vestido de nazareno”. Ahí va el señor juez, el primero de la fila izquierda, con su cirio rojo. Destrozó todos los argumentos del abogado del turno de oficio y dijo que la fotocopia del boleto premiado no era válida para repartir el millón de euros. Que le correspondía al que tenía el resguardo original: un negocio. Y, claro, ahora, en el recurso, quién va a demostrar que el beneficiado es justo el penitente que va delante de él, su pareja en horas de asueto, el inseparable seguidor de su señoría. ¿Y qué puedo hacer yo, secretario del juzgado y jefe de la procesión? ¡Por favor, niños! ¡Más incienso, más incienso! Que el olor me está resquebrajando las entrañas…

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