jueves, 2 de julio de 2009

Felicidad mal entendida

Muere Michael Jackson y me hago una pregunta, ¿por qué tantos personajes míticos se aliaron con la infelicidad? No tengo respuesta. Si acaso, barrunto que poseerlo todo no sea la felicidad, aunque nos pisoteemos unos a otros con ese único fin. No alcanzamos a comprender cómo alguien que nade en abundancias de todo tipo se puede convertir en un desgraciado. Al menos, los creadores de obras tienen un consuelo post mortem: su trabajo será lo que quede en el mundo. El tiempo relativizará, hasta hacerlas desaparecer, todas sus excentricidades y desdichas: sólo se escuchará la música de Michael Jackson. Incluso, con el paso de los siglos, igual hasta se olvidan de una de sus obsesiones, el color de la piel.

A quienes culminamos la felicidad comiéndonos unos espetos de sardinas con el Mediterráneo enfrente, nos resulta penoso comprobar cómo gente que lo ha tenido todo ha dejado traslucir claramente que no estaba satisfecha. Hagan memoria y encontrarán muchos casos como el de Michael Jackson.

No sabemos qué hay detrás de la muerte, porque nadie ha venido a contárnoslo. Según las creencias, la fe, unos aguardan con una mentalización distinta a otros. Leon Tolstoy dijo que no hay manera mejor de ser feliz que viviendo para los demás. Y Unamuno dejó escrito que la felicidad es algo más bien indigesto.

Estas frases tan significativas me dan pie a reforzar mis creencias e imagino a Vicente Ferrer -no sé dónde, porque no me lo han contado- intentando recuperar a Michael Jackson de los malos tragos de su vida, convenciéndole de que siempre quedará su música y captándolo para ayudar a gente aún más castigada por la vida.

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