miércoles, 2 de septiembre de 2009

Niñadas

Conversación en un descanso veraniego entre una madre y sus hijos y sobrinos: Carmen –de 6 años– le pregunta a su tita (a la que llaman en familia 'Nena'): «Oye, Nena, ¿tú qué eres gay o lesbiana?». La madura mujer –pero de muy buen ver por muchos años más; o sea, adulta con respecto a la prole que le rodea en ese momento–, contesta: «Yo soy heterosexual». Nada más oír esa palabra –por primera vez en sus vidas–, los cuatro niños que le acompañan se incorporan de su posición medio tumbada y se quedan mirándola fijamente, como quien acaba de descubrir el truco de un juego de magia que han hecho delante suya.

La duda que dibujan sus inocentes rostros queda resuelta de inmediato cuando Martín, de 7 años y el mayor de los hijos de 'Nena', afirma tajante: «Pues yo eso; como mi mamá». Ni sabían de lo que hablaban, pero se pronunciaron de inmediato. Entonces, Nena, muy didáctica con sus hijos siempre, les explicó de forma simple lo que era gay, lesbiana y heterosexual.

Vivimos en una sociedad que es reiterativa en los asuntos que ponen a la orden del día los políticos y sus voceros, nosotros los periodistas. No nos percatamos de que a nuestro alrededor los niños lo captan todo, y lo asimilan en sus cerebros abiertos y por rellenar de recuerdos, ideas y comportamientos. No es de extrañar, a poco que se haga una mínima reflexión, que la generación que nos sucederá está creciendo al mismo tiempo que se sale del armario; se fomenta la libertad sexual –con la que estoy totalmente de acuerdo– y se dejan de lado o, a veces, se ridiculizan, otros valores hermosos para la formación del individuo.

Deberíamos tratar estos asuntos con toda la libertad del mundo, pero lo que me parece inadmisible es que dé la impresión de que ahora hay que ganar una carrera que en lustros anteriores se había perdido: si antes era 'pecado' hablar de gays y lesbianas, ahora resulta igualmente maligno pasarse a la acera de enfrente y hacer todo lo contrario. En el régimen de libertades que vivimos convendría hacer una reflexión y hablar con naturalidad de todas las opciones sexuales que pueden tener un hombre y una mujer. O sea, que no se 'criminalice' a gays, a lesbianas ni a heterosexuales. Que nuestros hijos crezcan sin necesidad de que les resulte extraño cualquiera de los tres términos. Si es así, dentro de unos decenios nos lo agradecerán profundamente. Por tanto, tengamos muy en cuenta las niñadas, que son las verdades de la vida. Porque todos hemos escuchado desde muy jóvenes que los niños y los borrachos son los únicos que dicen las cosas como son. Curiosa paradoja y obstáculo perverso para quienes hemos madurado y apenas bebemos.

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