sábado, 9 de enero de 2010

Óscar monta en bici

Mediodía de la Festividad de Reyes y suena el teléfono en casa. Era como un regalo inesperado, un mensaje de uno de los pajes excusándose de que Sus Majestades no hubieran dejado el obsequio en el balcón. Al otro lado del hilo comunicativo escucho una voz emocionada: “¡Increíble, Paco! ¡No te lo vas a creer! ¡Tengo ganas de llorar!”.

Ante el preámbulo no aprecié atisbo de preocupación alguno. Todo lo contrario. Las frases, entrecortadas por el sollozo de la alegría, eran premonitorias de un logro, otro, de mi amigo. “Me han dejado una bici y he montado durante ¡15 minutos! ¿Tú sabes lo que es eso?”.

Mi interlocutor no era un sobrino o ahijado en edad de aprender a montar en bicicleta, de ahí que el entusiasmo del protagonista estuviera justificadísimo y mereciera toda la alharaca del mundo.
Óscar tiene 30 años. Con 23 sufrió un accidente de tráfico que le mantuvo un mes en coma. Los médicos llegaron a pedirles a sus padres autorización para que donaran los órganos del paciente clínicamente muerto. Pero despertó. Le conocí en una silla de ruedas, con un artilugio en la pierna izquierda para que la mantuviera paralela al suelo, rodeado de dos familiares que le ayudaban a ir al baloncesto, y mirando a su alrededor como si todo aquello resultara nuevo para él. Y es que debía ser así: había nacido con 23 años.

Después me contó cómo fue todo. Sigo día a día sus progresos. Llegó a estar meses para recuperar la memoria inmediata: le enseñaban una palabra escrita en un folio, la repetía hasta la saciedad durante minutos y cuando le retiraban la hoja resultaba inútil que recordara el vocablo que había estado pronunciando. Aprendió de nuevo a vocalizar porque entenderle era tarea casi imposible; hablaba como si tuviera un estropajo en la boca. Dejó la silla; posteriormente, su madre y su hermano, habituales acompañantes, le dejaron salir solo. Ahora vuelve a conducir, se multiplica para atender sus numerosas ocupaciones y sueña con volver a correr.

Su principal problema para caminar es/era el equilibrio, de ahí ese entusiasmo compartido por su paseo en bicicleta.

El destino, Dios –ustedes elijan–, quiso darle a Óscar una segunda oportunidad pero, a la vez, nos concedió a los que le rodeamos –entre los que se encuentran jóvenes chicos y chicas a los que entrena– la oportunidad de evaluar cuáles son las cosas importantes de la vida. Por ejemplo, montar en ‘bici’… aunque yo no sé.

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