miércoles, 17 de febrero de 2010

Joaquín Marín, periodista

Enfundado en su carácter introvertido, intentando que nadie se diera cuenta de su presencia, Joaquín Marín Alarcón, mijeño de pro, ha pasado por el periodismo malagueño a lo Usain Bolt, dejando marcas para la historia, galácticas, imposibles de igualar. Hace unas semanas, el director de 'La Opinión de Málaga' cerró su brillante ciclo profesional, durante el que hizo grande a 'Sur', bailó con la 'pinza' política en la Radio Televisión Andaluza y consolidó el proyecto del Grupo Moll en decadencia ya del formato papel.

Apasionado del fútbol, amante de los deportes, gran aficionado a los toros y cercano a las costumbres más arraigadas de Málaga, fue el director de la democracia en el primer periódico malagueño. Allí transformó una Redacción y dio clases de Periodismo a todos los que quisimos escucharle y tuvimos la oportunidad de trabajar con él. Puso al decano de la prensa malagueña rozando los 50.000 ejemplares diarios, ese récord de velocista que ya nadie alcanzará porque ahora no se corre ni a la mitad de ese ritmo.

Se ha ido callado, escuchando, como le gustaba estar casi siempre, aunque fuera tomándose una cerveza en el Mesón Santiago, justo a la hora de comer y poco antes de volver a su despacho. Ahora seguirá ojeando los periódicos, porque es hombre de tinta y rotativa, y se lamentará de las barbaridades que se ven en muchas planas.

Joaquín, has empezado tu jubilación en un momento idóneo, y lo sabes. No corren buenos tiempos para esta apasionante profesión, que vive pendiente de directores generales que no saben lo que es un cícero y cuya misión es liquidar en el exacto sentido del término: más de tres mil periodistas fueron despedidos el año pasado.

Ahora los medios viven del Estado -¡si se hicieran públicos los desembolsos de organismos oficiales a medios de comunicación!- y le han dado la espalda al lector. Comen en las manos del poder y no se ruborizan si se quedan con el culo al aire. Lo importante es sobrevivir.

Conozco, Joaquín, a jóvenes periodistas que no ganan siquiera 900 euros por trabajar diez horas diarias y que, además, están asustados, porque sus empresas, "potentes" en nombre, no le renovarán el contrato cuando cumplan los tres años de labor porque se ven obligadas a hacerlos fijos. Así está el panorama, director.

Para colmo, ves a uno de esos jóvenes reporteros en un programa de televisión vespertino, con ropa impermeable dirigiéndose a la audiencia en el desbordamiento de un río y con el agua que le llega a la cintura. Es una decisión estúpida, porque el trabajo lo podía hacer exactamente igual sin ponerse de agua hasta las cejas, pero tiene que ganarse su mísero sueldo porque la cosa está muy mal. Así funciona el periodismo, Joaquín.

¿Qué te voy a contar? Que disfrutes de tu jubilación, como yo disfruté de tu dirección y de tu confianza durante tantos años, cuando convivimos en un periódico.

Un abrazo.

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