viernes, 12 de junio de 2009

Facebook, amigos por la cara

La palabra amigo se emplea con sutileza en la Red. Es como un cebo para que las denominadas comunidades sociales crezcan a ritmo de millones de usuarios. Ninguno de los que se dejan enganchar entienden esa palabra ad pedem literae (al pie de la letra). Porque a poco que peinen alguna cana saben que deben transcurrir muchos años para observar múltiples comportamientos hasta que uno se pueda convencer: "Este tío es mi amigo". Y aun así, quedará tiempo para que el susodicho galardonado te decepcione. Es lo más probable.

En la Red todo es virtual. Y en el escenario del teatro de Facebook figuro con la nada despreciable cifra de 348 amigos. Me incorporé hace unos meses intentando, a ratitos, enterarme de las verdaderas posibilidades de esa comunicación social. Rápidamente descubrí que podía alertar a mis 'amigos por la cara' de que pincharan en no se qué enlace porque se iban a encontrar el comentario mejor escrito del mundo o la información más llamativa de la historia. Te lo permiten unas cuantas veces, pero pronto, a poco que uno sea perspicaz, se da cuenta de que molesta. De mi grupo Basketconfidencial (por ciento, está abierto para que se apunte el que quiera) se borró uno detrás de un comunicado. Eso me alertó. La gente, en su burbuja apantallada, quiere que le dejen tranquilos. Hasta un mensaje que se elimina pinchando en un aspa disturba.

Más curioso me resultó comprobar cómo una de mis 'amigas' (las comillas son para no repetir lo del 'face') informaba de su vida cada media hora. "Ahora entro en una reunión". "Salgo de una reunión y me voy a otra"... "En casa, para comer y marcharme enseguida", "Un ratito disfrutando de tranquilidad...". Estábamos al minuto de sus acciones, aunque supongo que se reservaba las más íntimas. El caso es que llevaba tiempo intentando localizarla y, algo desesperado, le envié el siguiente SMS (quienes me conocen saben que no soy muy oportuno con este método, pero no escarmiento): "Sé a qué hora te reúnes, cuándo comes, en qué momento arreglas la casa... ¿pero cómo coño puedo hablar contigo". Corría el riesgo de que la amiga -ahora sin comillas, para que no se enfade si lee estas líneas- se lo tomara a mal. Pero me respondió con simpatía y me aseguró que me llamaba en un rato... No lo hizo. Es una mujer muy ocupada, y yo lo entiendo. Seguiré observando su nada emocionante cotidianeidad.

"Quien escribe como habla, aunque hable bien escribe mal". Viene esta máxima a indicar que no es lo mismo un lenguaje que otro, y en el 'Facebook' utilizamos, de prisa al menos en mi caso, el idioma escrito, que no deja de ser una comunicación con menos cintura, mucho más rígida. Quizás por eso, emocionado porque me quedaba una admiradora entre la población malagueña, respondí con mucho cariño a su explicación de por qué quería incluirme en su lista de amigos. La mujer, periodista y aficionada al baloncesto, me ponía por las nubes, hasta el punto de que por un momento pensé que mi madre se había apuntado a esto de 'amigos por la cara', suceso realmente imposible. Me ha extrañado, aunque confesaba su timidez, que mi interlocutora no haya respondido a mi invitación de conocernos y agradecerle personalmente sus elogios. Quizás me pasé de efusivo y no está el mundo para fiarse de un 'amigo por la cara'.

* Aunque rompa con el lema, este artículo ha sido publicado en www.ymalaga.com

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