domingo, 7 de junio de 2009

Mercedes

Suena el móvil. Es el de su marido, que acaba de marcharse a lavar el coche. En la pantalla parpadea ‘Mercedes’. María José no conoce a ninguna amistad de su esposo con ese nombre. Pulsa la tecla verde del aparato y nadie responde. Empieza a darle vueltas a la cabeza, recuerda que una administrativa con tipo de pelandusca trabaja en una oficina de seguros próxima y se llama así.

Musiquita amenazante. Otra vez Mercedes, nuevamente el silencio. ¡Casi treinta años casada! Se la comían los demonios. Las llamadas se repetían. Seis o siete veces seguidas.

Llegó el marido y ella exigía una explicación inmediata. Éste no caía, pero lo recordó: el sistema antirrobo del coche consistía en que si abrían una puerta y no se arrancaba en treinta segundos le llamaban; se había dejado la alarma puesta en el lavado de coches. Él le puso como aviso en su móvil la marca del auto. Pero tuvo que hacerle la demostración a María José.

Mercedes no existía.

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